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Trastos de cocina

Los instrumentos de cocina imprescindibles de verdad en tu cocina.

¿Te has vuelto más minimalista que Marie Kondo? ¿Estás montando tu nueva cocina? Pasa de gadgets superfluos y mira nuestra lista básica de trastos con los que podrás guisar prácticamente todo.

Tal vez te acabas de independizar de la casa de tus padres, de un piso compartido donde lo tuyo era más limpiar el baño que guisar o simplemente has descubierto hace poco que la cocina es más que el sitio donde dejar las latas de cerveza vacías y tirar los envases de comida para llevar. Por el motivo que sea, crees es el momento de hacerte un ajuar con los básicos para poder cocinar con dignidad y alegría, y en El Comidista -siempre con vocación de servicio público-, hemos venido a echarte una mano.

Estos no son solo los trastos que cualquier cocina -que se use como tal- debería tener, sino también algunos de los que merecen ser escogidos con criterio y considerados una pequeña inversión, ya que les vamos a dar un uso casi diario. No tendrás la misma relación con todos -yo no le tengo el mismo cariño a mi cuchillo cebollero que a un escurridor- pero valora la relación calidad-precio de los instrumentos de cocina que consideres más importantes y hazte con los mejores que te puedas permitir: serán tus aliados más cercanos para conseguir los mejores guisos, postres, arroces y aperitivos.

En el cajón

Empecemos por lo más obvio: para cocinar, hacen falta cuchillos. Aunque hay de chiquicientos tipos, con estos tres tienes más que suficiente para la mayoría de usos: empezaremos con la puntilla, ideal para pelar alcachofas, manzanas o patatas, retirar imperfecciones, los pedúnculos de los tomates, cortar setas, picar ajo o deshuesar. Los hay con la punta ligeramente curvada hacia abajo, pero eso nos impedirá poder usarlos para cortar sobre la tabla, así que mejor si son casi planos y con una curva muy muy suave y hacia arriba.

Otro cuchillo que nos hará la vida mucho más fácil es el 'de chef' o cebollero, mucho más grande -y también más difícil de manejar para los neófitos, cuidado con el tamaño de esa hoja de unos 20 cm- y perfecto para picar, cortar y rebanar carne, verdura o aves. Es una herramienta todoterreno con la que igual puedes trocear un pollo que picar 10 cebollas y congelar sofrito para todo el mes. Escoge uno cuyo peso te parezca agradable y con cuyo mango te sientas cómodo: seguramente es el trasto de cocina que tendrás más tiempo en las manos.

¿Te parece que ya tenemos suficientes cuchillos? Pues lo sentimos, pero falta uno más: el de pan. Su sierra de grandes dientes no solo asegurará la supervivencia de los demás cuando cortas pan -una hogaza potente puede acabar mellando una hoja fina-, sino que también te servirá para abrir piezas de repostería como bizcochos o croissants, que con una hoja lisa quedarían bastante mal parados. Si sueles tener problemas para cortar frutas grandes como sandía o melón porque se te resbalan y te quedan unas rebanadas finas como el jamón y otras como El Quijote, este dentón también puede ayudarte.

Hemos terminado con la cuchillería, pero aún queda mucho que meter en el cajón. Si te va el minimalismo y quieres evitar tener una cuchara de madera, un tenedor y además una espátula, ve directamente a por la espátula de silicona y olvídate de lo demás. No solo es más segura -la madera sin tratar es porosa y poco aconsejable por temas de seguridad alimentaria, y aunque esté tratada el producto acaba desapareciendo- sino que la puedes usar exactamente para lo mismo que las otras dos cosas. Sirve tanto para hacer unos huevos revueltos como para remover un guiso o aprovechar los restos de masa pegados en un bol: más completa imposible. Si te haces con una de las que tienen el mango de madera, recuerda separar la lengua para vez que vayas a ponerla en el lavavajillas y no dejar el mango mucho tiempo sumergido en agua para que no se estropee.

Que tener un cucharón es necesario lo sabe cualquiera que, por no tenerlo, se ha quemado sirviendo una sopa de campaña con una taza. Los de metal son un clásico y los de peltre muy bonitos, pero ten cuidado con ellos si vas a sacar un guiso de una cazuela con el fondo antiadherente; en este caso mejor que sean también de silicona. Algo parecido pasa con la espumadera: si vamos a usarla para sacar huevos o patatas fritas de la sartén, mejor que no sea metálica o de ningún material que pueda estropear el fondo. Si tenemos una espumadera ligeramente curvada, podemos utilizarla también para sacar la pasta fresca del agua hirviendo y depositarla con suavidad en el colador, en lugar de volcarla y convertirla en un festival de ravioli rotos y relleno esparramado.

Para acompañar esa pasta que acabas de salvar, tal vez quieras abrir una lata de passata de tomate; o tal vez te apetece algo picante y prefieres una de leche de coco para hacer un curry. En ambos casos es fácil que necesites un abrelatas, porque el abrefácil -que no es tan fácil ni cuando lo es- no se estila en todo el mundo. Aquí el nivel de sofisticación lo escoge el usuario: a mí me van muy bien los modelos más básicos, pero hay auténticas obras de ingeniería. Tus necesidades y tu presupuesto te ayudarán a escoger entre uno, otro y las muchísimas opciones que hay enmedio: el caso es no jugarte los dedos de la mano abriendo la lata con un cuchillo.

Con el tomate ya en el fuego, las necesidades inmediatas son evidentes: queso y vino. Para convertir la cuña de parmesano que tienes en la nevera en el polvito fundente que quieres en el plato, vas a necesitar un rallador. Hay cocinillas que intentarán convencerte de que un rallador no es suficiente, y que necesitas por lo menos cinco: uno para el queso, otro para las cáscaras de cítricos, otro para el jengibre, uno más para las nuez moscada y que no falte el del apionabio salvaje del Tíbet. Un rallador de acero inoxidable de paso fino puede servir perfectamente en todas esas situaciones; a mí personalmente me gustan con estructura de metal y mango -por comodidad y por lo que duran-, pero los planos también tienen sus acólitos.

Si te gusta el queso en lascas hay un cacharro que puede ayudarte a conseguirlas, y además sirve para muchas otras cosas: un pelador de patatas. También te servirá para hacer tiras finas de calabacín, pepino o calabaza y -sorpresa- para pelar patatas. Vamos con el vino: un sacacorchos sencillo cumplirá perfectamente la tarea (si es de dos tiempos, será mucho más fácil). Ahora que tienes la copa en la mano puedes preocuparte de las tres minucias que faltan en tu cajón para completar esta parte del set de cocina: unas tijeras de cocina -si son todas de metal tienen menos probabilidades de romperse, y hay que afilarlas de vez en cuando como los cuchillos- y unas varillas batidoras de silicona a las que darás uso aunque no te vaya la repostería (por ejemplo, para hacer bechamel o espumar unos huevos).

Con un embudo para evitar liarla parda cuando tengas que trasvasar líquidos de un sitio a otro y unas pinzas para voltear cualquier cosa que estés friendo o haciendo a la plancha -de nuevo, cuidado con el material del que están hechas- tendrás el ajuar de cocina de tamaño pequeño necesario para cocinar sin sufrir.

En la alacena

Vamos con los hermanos mayores, sin los que la primera categoría quedaría completamente huérfana. ¿Qué harían nuestros cuchillos sin una buena tabla de cortar? Las de madera son muy bonitas, pero es muy difícil lavarlas en las condiciones necesarias para desinfectarlas, y cuando se consigue tardan tanto en secarse que se convierten en un estupendo hotel para bacterias, según cuenta la experta en seguridad alimentaria Gemma del Caño. Las de material sintético son mucho más higiénicas, y es recomendable tener por lo menos dos: una para vegetales y otra para carne y pescado. ¿Quieres más seguridad aún? Ten tres y trabaja por separado los animales de la tierra y los del mar. Un código de colores parecido al que se usa en hostelería será tu mejor aliado para no equivocarte.

También son necesarios por lo menos dos cazos y ollas de grosor medio: uno pequeño para calentar o trabajar pequeños volúmenes de líquido y uno grande donde se pueda hacer, por ejemplo, un caldo. Lo ideal sería tener también uno de tamaño intermedio con un cuerpo más grueso, que nos permitirá hacer estofados y guisos de legumbres a fuego lento (no hace falta que sea una LeCreuset, ni siquiera una cocotte recubierta de porcelana, pero que sea robusta ayuda a repartir mejor el calor y que el chup-chup sea homogéneo).

Hace poco lo dimos todo recomendando nuestras sartenes favoritas, así que poco nos queda que decir respecto a materiales, marcas y modelos; aunque igual todavía podemos ayudar con el número y el tamaño de sartenes que puedes necesitar. Es recomendable tener un mínimo de dos; primero porque las preparaciones y productos tienen diferentes necesidades de espacio, y segundo porque, si quieres que la sartén antiadherente donde preparas las tortillas y los huevos a la plancha -con 16 o 18 cm de diámetro será suficiente- siga siendo antiadherente... no deberías usarla para nada más. La otra, cuanto más grande mejor; eso nos permitirá usarla tanto para un arroz seco como para un salteado, un arroz seco sin paella o un guiso de pescado (para hacer rustidos y cocciones más largas, mejor usar cacerolas).

Cuatro detalles más y ya lo tendremos: hazte con un escurridor grande -para verduras, pasta, etc- y un colador pequeño de malla fina, que puede servirte igual para colar una infusión o una ración individual de arroz hervido que para tamizar una salsa o la harina. Con un mortero puedes majar ajo y hierbas, picar especias o frutos secos y hacer all i olli, y además son objetos bastante bonitos que directamente puedes dejar sobre el mármol de la cocina como decoración. Tener un molde de tarta o plum cake es recomendable aunque no tengas pensado preparar uno en tu vida: a veces son las visitas las que se ofrecen a hacer de pasteleros, y ni siquiera tú puedes negarte a que la casa huela a bizcocho de limón (una jarra medidora hará que puedas perpetrar el dulce sin que haya daños colaterales, y son realmente prácticas para... medir, como su propio nombre indica). ¿No puedes tomártelo sin un buen café al lado? Una cafetera italiana con instrucciones de uso será más que suficiente.

Eléctricos

Este apartado puede llevarnos hasta el infinito de la fantasía culinaria y más allá, pero aquí hemos venido a hablar de necesidades básicas y la batidora de brazo es la que manda: el resto es pura fantasía. ¿Que la de vaso deja una textura mucho más fina en cremas y purés? Sí, pero con la de mano puedes hacer mayonesa clásica y otras salsas emulsionadas. Puedes usarla para triturar y pasar purés, pero el hecho de poder dejar la batidora en el fondo hasta que ligue y después moverla suavemente hacia arriba produce el milagro de la emulsión es lo que la convierte en un trasto imprescindible en la cocina.

Algunas de ellas incorporan accesorios como las varillas eléctricas -que te permitirán hacer más o menos lo mismo que unas manuales, aunque sin acabar con una tendinitis- o picadoras. Estas últimas por desgracia no te servirán para convertir un filete en una hamburguesa, pero sí pueden ayudarte mucho si tienes que cortar verduras en brunoise, picar cantidades de frutos secos y hasta -si el modelo lo permite- triturar hielo con líquido para preparar un margarita (o cualquier cóctel en formato ‘frozen’).

Autora: Mónica Escudero

LO QUE NO ES IMPRESCINDIBLE

MIKEL LÓPEZ ITURRIAGA

Todos estos trastos pueden ser útiles en ocasiones. En algunas ocasiones. En muy pocas, en realidad. Créeme: como cocinillas que ha heredado decenas de artefactos culinarios y que ha sufrido cierta adicción a la compra compulsiva de gadgets, te aseguro que puedes vivir sin ellos.

  • Cuchillos de 10 tamaños diferentes: con tres que corten bien vas que chutas.
  • Sartenes de cerámica: tan bonitas como poco prácticas.
  • Máquina de hacer pasta: la usarás una vez cada 100 años (salvo que seas italiano).
  • Exprimidor de limones de diseño: viva el de toda la vida o el simple tenedor.
  • Deshuesadores o peladores específicos de frutas: no te acordarás de que los tienes cuando los necesites.
  • 18 moldes para bizcochos o magdalenas: no has puesto una pastelería.
  • Wok: regálaselo a la familia que lleva el chino de abajo, que son muy majos y seguro que lo usan más que tú.
  • Fondue: no estás en Suiza.
  • Aros de emplatar: los compraste en 2006 cuando viste aquella ensaladilla cuadrada en el primer gastrobar que pisaste y allí es exactamente donde deberían haberse quedado: en 2006. Los gastrobares, también.
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